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Geeks

Al tiempo que las computadoras se han vuelto una herramienta indispensable para la vida cotidiana, el término geek ha trascendido el insulto estudiantil para convertirse en un término de identidad cultural. El geek pede ser al mismo tiempo un misfit, un genio, un fan súper efusivo así como un sofisticado hombre de negocios con gustos excéntricos. 

Perece ser que hoy en día los geeks están en todos lados. Las salas de cine pobladas de superhéroes, las comunidades en-línea congregándose para grandes encuentros de libro-cómic, infinidad de hackatones y programatones, las mesas directivas en Silicon Valley, Julian Assange como abanderado de un movimiento tecno-liberal global.

Según Kevin Kelly, la tercer cultura es la cultura de los nerds, una cultura pop basada en la tecnología donde la creación, y no la creatividad, es el método de acción preferido.

Esta selección de imágenes fue pensada a partir de las preguntas ¿es posible aplicar lo geek a una forma de ver? ¿Es lo geek un lenguaje visual que va más allá del estereotipo? ¿Existe lo geek en el paisaje? ¿Está lo geek inevitablemente ligado a la tecnología? ¿Se puede reinterpretar composiciones clásicas a partir de un punto de vista geek? ¿Puede la mirada geek apropiarse de cualquier lenguaje y resignificarlo para satisfacer un capricho intelectual?

Cuando hablamos de una mirada geek nos podemos referir tanto a imágenes plagadas de referencias a mundos virtuales así como  el fetichismo de la acumulación de información o el humor del individuo sobre-educado, pero socialmente marginal. La esencia de la vida, en el mundo geek, no es el carbón o el agua, sino el DNA, es decir, la información.

En esta selección encontramos trabajos como el de Dillion Marsh, cuyas antenas telefónicas disfrazadas de árboles nos hacen reír, en su intento fallido por distraer nuestra atención de una interrupción en el paisaje con una construcción aún más falsa, más llamativa, y más fuera de lugar dentro del mundo natural.
Está Hyung Koo Lee con una serie de retratos de humanos-humanoides en el proceso de ser transformados por la tecnología; el terror y la fantasía geek por excelencia. La singularidad como posibilidad real, cercana y posiblemente inevitable.

Ken Barthelemey con seres de otro mundo, con habilidades evolutivas que pueden superar las nuestras. La evolución se convierte, entonces, en el sistema inteligente más perfecto. La construcción de lo imaginado a través del lenguaje hiperrealista, eco de tantas ficciones hollywoodenses que nos aterran y seducen a la vez.

Las fotos captadas por el robot Mars Curiosity en Marte. La posibilidad de recibir un feed, en tiempo real, desde el punto de vista de una máquina, en otro planeta.

El joven prodigio inglés, Mishka Henner, con una mirada crítica hacía los sistemas de protección nacional, que tratan a sus ciudadanos y territorio como datos a procesar. Las fallas en las bases de datos se convierten quizá, en una esperanza de salvación. El error como característica inherentemente humana; el glitch en el orden.

Ross Damien Jordan con Favelização, otra imagen de terror, de lo que parece ser un futuro cercano, en el que la distribución de la riqueza es aún más desigual, la vida humana menos valiosa, y los sistemas financieros, aún más poderosos.

Cuando los videojuegos se han empeñado en construir universos ultra-detallados, sobrenaturales e hiperreales, los autores de The Unfishished Swan retoman una estética minimal, abstracta. El videojuego es una experiencia estética del terror y lo sublime a partir de elementos visuales elementales; asimila el lenguaje de la post-guerra, de los sobrevivientes. El jugador navega virtualmente a través de trazos de pixeles negros sobre la pantalla blanca. La simplificación de la ecuación como gran triunfo de la mente geek.

Pareciera que el imaginario geek piensa de manera obsesiva en la distopía, como consecuencia lógica de las tendencias sociales, culturales, políticas y económicas actuales. ¿Es este mal-lugar al que nos encaminamos? El geek, es por lo tanto, un viajero en el tiempo; alguien capaz de imaginar y vislumbrar el futuro, que vuelve a casa con la información necesaria para que, mientras que aún no sea demasiado tarde, tomemos las precauciones necesarias.

Este texto fue publicado originalmente en la Revista Picnic, en Diciembre 2013.

Lori Nix, pequeños peligros, fuerzas mayores

A Lori Nix (USA, 1979) parece gustarle el silencio. Sus fotografías ocurren en el silencio que acompaña a quien registra la escena de un crimen. Enfrentarse con su obra es asumirse testigo y es por esta razón que sus fotografías obligan al espectador a moverse con sigilo. 

Nadie toque nada. 

Bajo esta pauta descubrimos los detalles que minuciosamente componen cada escena que Lori Nix imagina, construye y fotografía. En ellas reconocemos todas esas cosas, que a la vuelta de una equina, podrían por siempre modificar el rumbo de nuestras vidas. 

Los nidos de avispa que se postran sobre los muros de un museo de arte; los árboles que se abren paso por los pisos y techos de una biblioteca; los cuervos negros que anidan y hacen suyo el candelabro que en otro momento alumbró un elegante teatro; los amantes cuyo amor no cabía dentro de este mundo, se dejan caer, en un último abrazo, al río.

No estamos a salvo. Algo, cataclísmico, desastroso, sobrenatural, perverso y cotidiano nos acecha. Nuestras vidas, plagadas de lugares comunes, de espacios destinados al estudio y catalogación del mundo natural, cuidadosamente regidas por instituciones y sistemas que prometen libertad y la posibilidad de una vida más cómoda y por ende mejor, pueden, de pronto, rendirse ante fuerzas más poderosas.

Podríamos decir que el horror en la obra de Nix se resume en ese instante en que intuimos que Dios no existe, que estamos solos en un mundo inmoral. O peor aún, en el momento en el que intuimos que sí existe y que su fuerza supera por mucho todo esfuerzo de contención y racionalización. Terror.

Otros artistas han imaginado escenarios parecidos. Pero la obra de Nix no es Frankenstein, ni Godzilla, ni los pájaros de Hitchcock, ni el bebé de Rosemary. El título lo dice con acierto.  Los peligros de Nix son lo suficientemente pequeños para que sean desechados como fantasías por un psicoanalista poco receptivo. Peligros que pasan desapercibidos, escondidos bajo la tierra o invisibles atrás de un vidrio, hasta que un buen día, sin que nadie pudiera haberlo adivinado o evitado, rebasan el punto de inflexión y lo que antes parecía imposible, impone ahora SU nuevo orden.

A lo largo de décadas, Hollywood y su público han estado fascinados con el desastre. Pero, a diferencia de los escenarios planteados por la industria del cine, en el mundo de Nix no se vislumbra ningún héroe solitario, ningún temerario individuo que está dispuesto a poner en riesgo su vida, para salvar al mundo y sus habitantes del inminente huracán, meteorito, invasión extraterrestre, guerra biológica o crisis nuclear. En el mundo de Nix, los desastres ocurren sin resistencia. Y somos nosotros, los observadores, los que despertamos del sueño en el que hemos estado viviendo, satisfechos con nuestras propias quimeras, y nos enfrentamos a algo que ya ha ocurrido y no tiene remedio. Algo, que descalificamos por su insignificante tamaño y que tiene poder sobre nosotros.

Lori arma pequeñas maquetas, hechas a mano, en las que construye sus fascinantes escenarios desastrosos. No son muy grandes, 180 cm de largo a lo mucho, por que de otra manera no cabrían en su pequeño departamento en Brooklyn. Cada espina de cada diminuto cactus, que habita silenciosamente una vitrina del Museo de Historia Natural, fue construida con los bigotes que se le cayeron a su gato y ensamblada una a una a mano. Cada cuadro minuciosamente seleccionado, cada hoja de cada árbol delicadamente puesta en su lugar, cada detalle pensado con cuidado y humor. La mayoría de los objetos son creados a mano por la fotógrafa, pero en ocasiones, son hallazgos de alguna tiendas de juguetes o antigüedades. Una vez contenta con el resultado obtenido, Lori ilumina y fotografía la maqueta. El trabajo real ocurre frente a la cámara. Se ilumina el set, se le da vida a los personajes. Lori se encarga de la dirección de arte, de la iluminación, de operar la cámara y escribir el guión. En realidad, cada imagen fija, equivale a una pequeña película, en la que ella juega cada papel. Pero, a diferencia de lo que ocurre con el cine, la imagen fija no nos cuenta todo. Nos deja suspendidos en el momento en el que se descubre con horror que existe una fuerza superior a nosotros. Una vez realizada la fotografía, Lori desecha la maqueta.

Este texto fue originalmente publicado en Avispero, 2012.