Algo está pasando con el paisaje norteamericano. Las escenas de la vida cotidiana que tanto fascinaron a artistas como Hopper, de pronto se han vuelto violentas, cargadas de angustia. Y es que el suburbio idílico que tantas veces hemos visto representado en el cine, la fotografía, la televisión, de pronto se ha convertido en escenario de escenas de terror como la masacre durante la premier de Batman, las bombas en el maratón de Boston y aquellas imágenes inolvidables de los adolescentes inmortalizados por la fama de haber asesinado a sus compañeros de clase. El sueño americano se está tornando pesadillesco. Historias que ni los mejores guionistas de desastre Hollywoodense podría haber conjurado. Y no es sólo el hecho de que millones de norteamericanos hayan perdido su hogar debido a la burbuja en el sector inmobiliario, sino un temor, de que aquello que alguna vez pensaron su derecho natural e inalienable, hoy está en riesgo.
Me parece que los cuadros de John Brosio captan de manera elocuente la angustia que provoca esta transformación. Sus personajes parecieran aferrarse a la vida que creían tener asegurada. Sus casas grandes, con porches blancos, sus albercas inflables, su derecho constitucional de portar armas, sus carreteras y pequeños negocios de familia de pronto amenazadas por un tornado . El futuro ya no está en sus manos. Aún no presenciamos la destrucción, pero somos testigos de la amenaza permanente. Ya nada les garantiza a los personajes de Brosio que si trabajan duro y respetan la ley, tendrán la posibilidad de una buena vida. Hay fuerzas mayores que destruyen ese sueño. Los personajes parecen desafiara la tormenta con indiferencia, como si el mayor acto de resistencia fuera el no interrumpir lo que están haciendo. Frente al Apocalipsis, es mejor continuar bebiendo una cerveza.
Publicado en la revista Picnic, en julio 2013.